Raquel Gracia |
En
los últimos tiempos, estamos siendo testigos de cómo determinados derechos
sociales y servicios públicos están sufriendo un ataque sin precedentes
poniendo en inminente peligro los pilares de nuestro (sin duda mejorable)
Estado del bienestar y evidenciando que las conquistas sociales que nuestros
ascendientes alcanzaron, no con pocos sacrificios, no están para nada
consolidadas.
Dentro
de esta batalla campal contra los derechos sociales que no deja de
sorprenderme, no puedo pasar por alto las indignantes declaraciones del
Ministro de Justicia Gallardón, que insiste e insiste en que “la maternidad
hace a las mujeres auténticamente mujeres”.
¿Mande? Pues si, así se las gasta el señor que en otros tiempos se
presentaba como el sector progresista
del Partido Popular... qué ironía! Al final, y como dice nuestro sabio
refranero popular, aunque la mona se vista de seda, mona se queda...
Es
innegable que en los últimos años de gobierno socialista se han dado numeros
pasos adelante en cuanto a legislación promotora de igualdad entre hombres y
mujeres se refiere; aún así no podemos perder de vista que queda un largo
camino por delante para conseguir la tan ansiada igualdad de género, ya que la
realidad es que sigue existiendo una violencia estructural hacia las mujeres
que nos impide conseguirla a la práctica.
Se ha
abierto un debate político sobre el tema de la maternidad y las mujeres a
cuenta de la reforma de la Ley del Aborto, y el señor Ministro argumenta que se
tiene que protejer el derecho de las mujeres a ser madre, porque esto es los
que les (nos) hace auténticamente mujeres, aflorando así un discurso político
con tufo a rancia derechona sobre cuál debe ser el papel de las mujeres en la
sociedad.
Cierto
es que cualquier sociedad desarrollada socialmente debe tener un sistema de
protección potente sobre la maternidad, sistema que garantice por diferentes
medios el derecho a tener hijos y a su crianza óptima, y también que garantice
el derecho a no tenerlos, si así se decide. Pero el planteamiento que pretende
imponer el gobierno “Popular” para legislar sobre el aborto y, ya de paso,
exponer qué es una auténtica mujer y qué no, no es más que un intento de
imposición de una determinada moral, de un determinado modelo que perpetua un concepto patriarcal de
sociedad, relegando a las mujeres a determinados roles que nos impide poder
desarrollar algunos aspectos de nuestra vida y que nos impide acceder a
determinados puestos en la sociedad en igualdad de condiciones con los hombres.
La
realidad es que las mujeres ocupamos un papel importantísimo en la sociedad actual. La lucha de millones de
personas que creemos en la igualdad de género hará, sin duda, que sigamos
avanzando para paliar las desigualdades profundas que todavía existen, pero
determinados discursos son un obstáculo en el camino; las mujeres no somos un
útero, no somos un busto, ni unas piernas, no somos seres inferiores sin
capacidad, y no son tolerables este tipo de discursos sexistas y
discriminatorios. De hecho, parece mentira que en pleno año 2012 sigan siendo
necesarios este tipo de artículos...